Todavía recuerdo a aquel profesor de Tecnología que tuvimos en 1º de ESO.
Siempre entraba en clase con su cartera de piel con signos de haber librado ya muchas
batallas. Sus primeras palabras eran: “abrid el libro por la página…” A
continuación pedía a un alumno que empezara a leer. Aquello podía ser un
suplicio para el alumno que no dominaba todavía el arte de la lectura, aunque
fuera muy bueno en otras cosas por ejemplo en cortar piezas de madera.
Estas clases se hacían enormemente aburridas así que había que teníamos que
inventar alguna cosa para no morir de aburrimiento. Recuerdo que utilizábamos
el tubo de un bolígrafo para lanzar proyectiles de papel a otros compañeros, o
hacer aviones de papel que lanzábamos sin ser vistos por el profesor. En fin,
las clases eran como decía Machado “Monotonía…”
Un buen día nuestro profesor de Tecnología, nos propuso algo nuevo, un
proyecto. Todos nos quedamos mirándonos extrañados. El proyecto consistía en el diseño
y construcción de la maqueta de un puente, además teníamos que trabajar en equipo,
cada uno con una función. Al finalizar el proyecto lo expondríamos delante de toda la
clase. A partir de ese día todo cambió para nosotros.
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